David Fincher apareció en nuestras vidas cinéfilas, sin hacer ruido y sin que nadie supiera que existía, en
Alien 3. Quitando los planos de los pasillos de aquella cárcel galáctica, la película pasó sin más pena que gloria, siendo la peor de toda la saga.
Un duro comienzo para un cineasta llamado al éxito.
Pasó parte de su tiempo rodando videoclips y anuncios hasta que llegó su gran golpe con
Seven y nos hizo querer saber más de él, saber hasta donde podía llegar ya que en Seven nos descubrió un nuevo cine como jamás hubiesemos imaginado.
Volvió a lo grande haciendo que el asiento se nos quedara pequeño con
The Game y que hablásemos de la película horas y horas después de su proyección.
Pero parecía que no era suficiente y con
El club de la lucha nos desmembró el cerebro y nos lo retorció tanto que aun nos da vueltas con un guión magnífico sacado de un no menos sobresaliente cerebro.
Poco después
La Habitación del Pánico nos demostró que el maestro Fincher era mortal, que esta historia no nos decía nada en absoluto y que también podía hacer malos guiones.
Hoy en día y tras presentarnos en sociedad
Zodiac, nos damos cuenta de que al señor Fincher también se le dan películas de encargo, guiones en los que un "brillante" productor se dice a si mismo que esa historia la debe contar el señor Fincher.
Cuan equivocados están.
Al final este maestro volverá a la publicidad para ganarse la vida y perderemos a uno de los más grandes genios del cine actual junto a
Christopher Nolan.
Que los productores no lo quieran (aunque en publicidad también sea un maestro).
Etiquetas: Publicidad, Se me va la olla
De aquí a final de año no tengo ni un fin de semana libre y eso estresa, pero a la vez reconforta.
